La cumbre sobre el cambio climático COP26 en Glasgow envió un claro mensaje a inversionistas y ejecutivos que la marcha hacia el Net Zero va en serio y afectará sus negocios. Cada vez va a estar más difcil no hacer caso al tema del cambio climático y quienes sigan operando sus negocios como siempre cometen un error estratégico capital y desaparecerán como los dinosaurios. Los corporativos gigantescos, previamente intocables así como los gobiernos soberanos han sido notificados que la era de los combustibles fósiles y el dispendio de energía va a terminar en el transcurso de una generación y que deberán de adaptarse sí o sí o convertirse en parias internacionales promotores de la extinción. “Business as usual” ya no será una opción.
Casi todas las industrias y actividades económicas han sido colocadas bajo el microscopio de científicos y activistas climáticos. Sus emisiones se han medido escrupulosamente y las empresas están siendo presionadas para que reduzcan su impacto climático. Sin embargo, la naciente industria del cannabis ha sido escasamente analizada y poco discutida en cuanto a su sustentabilidad y ha logrado navegar por debajo del radar de las organizaciones ambientalistas. Esta situación puede deberse a que su cultivo se lleva a cabo en pequeñas parcelas e invernaderos donde las áreas son muy pequeñas en el gran contexto de la agricultura y el tema se ha desechado como si se tratara de una minucia, una hormiga entre gigantes. No hay razón para preocuparse; el cannabis es bueno para la ecología, ¿verdad?
Pues… depende. Pocas personas, incluso los expertos, mencionan algunas de las realidades ecológicas de la industria cannábica. Es un tema poco atendido que va a requerir de mayor atención, especialmente por parte de empresarios y CEO’s que deben tomar decisiones estratégicas de largo plazo.
El problema
El cultivo de cannabis en interiores tiene un lado muy oscuro. En los Estados Unidos actualmente el 80% del cannabis es cultivado en interiores o invernaderos climatizados. Intrínsicamente ésto no es ecológicamente sustentable y solo podrá sobrevivir económicamente en un escenario de restricción del comercio local e internacional para apuntalar precios suficientemente altos que permitan cubrir la cuenta de energía.
Por otro lado, el cultivo en interiores ha sido financieramente sustentable hasta hoy debido a los extremadamente bajos costos de energía en los Estados Unidos y Canadá. Sin embargo, eso va a cambiar muy pronto y seguramente antes de lo esperado. Cuando eso suceda, muchos agricultores tendrán que enfrentar una rápida extinción.
Los datos
El consumo de electricidad de una sala de cultivo bajo techo es de 2,000 w /m2. La intensidad lumínica es equiparable a la de un quirófano, con flujos de intercambio de aire superiores a un biolaboratorio, unas 60 veces más que en una casa normal. Requiere de sofisticados sistemas de calefacción y de aire acondicionado, deshumidificadores, bombas para riego hidropónico, sistemas de control digital, además de los procesos industriales y de transporte. Un cultivo indoor requiere 8 veces más que un centro comercial o 4 veces que un hospital. En breve, sus requisitos de energía son comparables con un data center. [1]
En el año 2012, Evan Mills publicó un estudio acerca del impacto ecológico del cultivo de cannabis y las cifras son de tal magnitud que la primera reacción es de incredulidad o que los datos son erróneos.
Se descubrió que en ese año el estado de California consumió el 3% de su producción de electricidad para cultivar cannabis bajo techo y que todo el país acapara el 1%, o sea lo que usan 1.7 millones de hogares estadounidenses, los cuales no se distinguen precisamente por su frugalidad energética. Tomando como base el promedio nacional de producción de energía usando combustibles fósiles, por cada kilo de cannabis cultivado en un interior, se generan 4.6 toneladas de CO2. La cantidad es mucho mayor en los cultivos ilegales que utilizan generadores diesel para evitar ser detectados precisamente debido a su consumo excesivo. Sumando toda la producción de cannabis del país, las emisiones son equivalentes a las que producen 3 millones de autos americanos. [2]
Al día de hoy las cifras superan por mucho estos datos conforme más estados y países se incorporan a la actividad. La producción total de cannabis (legal e ilegal) en los Estados Unidos se estima en 7.4 millones de kilos. El tamaño del mercado mundial en el 2021 fué de 19.89 mil millones de dólares con un tasa compuesta de crecimiento anual (CAGR) del 27% de aquí al 2030, cuando se estima alcance los 90 mil millones. [3]
Hace una década, solamente unos cuantos estados de la Unión Americana permitían el cultivo para usos médicinales. Gran parte de la producción era literalmente underground en casas adaptadas o en pequeñas carpas de lona plateada de 1.20 x 1.20 m para cuatro plantas que consumen lo mismo que 29 refrigeradores. Los helicópteros de la policía hacían riesgoso cultivar al aire libre y obligó a que se desarrollaran tecnologías y prácticas para cultivo absurdamente ineficientes, pero era hacer eso o traer marihuana de dudosa calidad desde México.
Esas pequeñas carpas y grow rooms han mutado hoy en gigantescos hangáres e invernaderos climatizados de ultra alta tecnología, algunos con superficie de más de un millón de pies cuadrados (10 hectáreas) y creciendo. Ya han ocurrido varios casos en donde uno de estos invernaderos deja sin luz a una ciudad. Pacific Power en Oregon reportó que en 2015 tuvieron siete apagones. [4]
En el 2018 New Frontier Data junto con Resource Innovation Institute publicaron un estudio [5] donde reportan que en los Estados Unidos se usaron 1.1 millones MWh para cultivo legal y 4.1 para el total, incluyendo las estimaciones del mercado ilícito. Eso es aproximadamente lo que produce anualmente la presa Hoover que alimenta a Las Vegas.
Se descubrió que un agricultor indoor requiere 18x más electricidad para producir un gramo de cannabis comparado con un agricultor a campo abierto o con cubiertas sencillas. Adicionalmente al fluido eléctrico se emplea gas natural para calefacción y se inyecta CO2 para acelerar la fotosíntesis. Otros impactos son en el transporte, consumo excesivo de agua, uso de fertilizantes quimicos, empaques no ecológicos, entre otros. El gasto en energía varía entre el 20 al 50% del costo total de producción del cannabis cultivado de esa manera [6]. Entre los agricultores bromean diciendo que central eléctrica es su socio principal sin haber invertido en acciones.
La inversión en tecnologías más eficientes, como por ejemplo, las lámparas LED y sistemas eficientes de aire acondicionado y calefacción son pasos en la dirección correcta, aunque su implementación ha sido más bien por cuestiones por ahorro monetario que preocupaciones por la ecología. En cambio los requerimientos de energía e inversión en equipamiento (CAPEX) son sustancialmente menores cultivando en invernaderos con cubierta de polietileno ubicados en zonas con el clima y nivel de insolación ideóneos para el desarrollo de esta planta semi-tropical.
Las restricciones al comercio interestatal e internacional empeoran una ya de por si complicada situación y perpetúan un absurdo ecológico y financiero. Actualmente las distintas regulaciones complican poder surtirse de cannabis cultivado en una zona con clima más adecuado, incluso entre estados vecinos, ya no digamos entre distintos países. Las naranjas se cultivan en la Florida y no en Massachusetts, los mangos en México. Por cierto, Massachusetts acaba de reportar que el 10% de su electricidad es para grow rooms. [6]
Aumentos en eficiencia
Algunas soluciones obvias son incrementar eficiencias y/o obligar a las plantaciones de cannabis a que generen su propia energía limpia. Sin embargo, ésto conlleva un alto CAPEX financiero al tener que pagar para mandar construir paneles solares o turbinas eólicas, sustituir lámparas LED, sistemas de control de temperatura, etc. Implica desviar recursos en infraestructura que no se va a emplear para aumentar la actividad primaria de la empresa que es cultivar cannabis.
El problema de base radica en los altos niveles de consumo ya que se requiere veinte veces más superficie destinada a paneles solares que el área misma del grow-room. [7] [8] Es obvio que eso no funciona. Los agricultores de cannabis tendrán que invertir y constuir o participar en un esquema de autoabasto para grandes consumidores utilizando energía renovable proveniente de parques eólicos. Además, como tendrán que hacer muchas otras industrias contaminantes, se verán obligadas a adquirir bonos de carbón para compensar las emisiones que no se pueden eliminar de su cadena productiva, como empaques y transportes, además de las emisiones scope 2 y 3 de sus proveedores y clientes.
Una de las principales y más importantes responsabilidades de un CEO es diseñar y llevar a cabo planes estratégicos para que su empresa esté preparada para aprovechar o afrontar diversas eventualidades, ya sea en el plano legal, político, financiero o por cambios del mercado. Se trata de adivinar de manera informada lo que puede suceder en 5 o 10 años y diseñar una estrategia para adelantarse a los hechos y obtener ventajas de “first mover” mientras su competencia se verá maniatada por regulaciones ambientales y ahogada por costos crecientes de energía.
Cuando científicos y activistas se den cuenta de la magnitud real de las emisiones causadas por el cultivo en interiores del cannabis, van a intentar limitar dicha actividad, regularla y cobrar tarifas eléctricas con sobre precio. De hecho, ya está empezando a suceder en varios estados, Massachusetts y Colorado entre ellos. [9]
La solución óptima
Un plan estratégico sería ir construyendo granjas de cannabis con invernaderos sencillos de muy bajo consumo eléctrico en zonas de clima templado con abundante radiación solar durante todo el año. Desarrollar técnicas de cultivo orgánico y control ecológico de plagas para que la flor cosechada sea de calidad similar o superior al de los cultivos en interiores (los cuales tienen severos problemas para controlar el moho).
Probablemente los mejores sitios en el mundo para el cultivo de cannabis al exterior se encuentran en México y Colombia. Los requerimientos energéticos son mínimos y se puede cuiltivar la mayor parte del año. La mano de obra es experimentada y mucho más barata que lo que se le paga por hora a un trabajador en Seattle, por ejemplo. Ambos países están inmersos en su proceso de legalización y regulación, siendo cuestión de poco tiempo para que cuenten con un marco regulatorio amplio que permita el cultivo y exportación tanto para usos medicinales como recreativos.
La tendencia mundial hacia la legalización es imparable y se avecinan cambios en el comercio internacional del cannabis, que permitirá un flujo regulado entre las regiones naturalmente productoras y las zonas urbanas de consumidores en Norteamérica o Europa. Conforme se vayan eliminando las barreras legales al tránsito y comercio nacional e internacional del cannabis se hará cada vez menos viable la agricultura artificial en interiores, a excepción de cultivos gourmet.
Es de sentido común y altamente recomendable que las grandes empresas mundiales de cannabis procuren contar con al menos una operación agrícola básica o de investigación dentro de cada uno de estos países para tener operando y lista una cadena de suministro que haga sentido ecológico y que se pueda expandir con rapidez y facilidad cuando tarde o temprano se vaya a restringuir el cultivo en interiores debido a tratados ecológicos internacionales y temas de ESG.
El cambio climático va a imponer prácticas que hoy se descartan. Sin embargo, la escritura está en la pared y 613 Partners está al frente de esos esfuerzos de solución en Latinoamérica y Europa ofreciendo servicios premium en consultoría cannábica y de sustentabilidad.
Conclusiones
Las prácticas actuales derrochadoras de energía para cultivar cannabis en sitios totalmente inapropiados van a contrapelo y son una afrenta a los esfuerzos que todas las demás industrias están llevando a cabo para reducir su consumo energético. No se justifica que un grow room que funciona en una bodega cerrada que se encuentra bajo nieve durante varios meses del año nulifique los ahorros en emisiones obtenidos por otras empresas y gobiernos para cumplir con los Acuerdos de París.
La solución no solo es sencilla y lógica, sino la más económica y fácil de llevar a cabo. Hay que cultivar las plantas en su medio natural. Actualmente existen barreras heredadas de la prohibición pero están cayendo y los CEO’s inteligentes moverán sus fichas desde ahora estableciendo cabezas de playa estratégicas en México y Colombia.
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REFERENCIAS.
[1] https://www.ncsl.org/research/energy/electricity-use-in-marijuana-production.aspx
[2] Mills, Evan. The Carbon Footprint of Indoor Cannabis Production. Energy Policy 2012,
[3] https://www.quincemarketinsights.com/industry-analysis/cannabis-market
[5] https://newfrontierdata.com/product/2018-cannabis-energy-report/
[7] https://www.solarpowerworldonline.com/2017/08/can-solar-help-legal-marijuana-growing-industry/
[8] https://thecannabisscientist.com/fileadmin/tas/PDF_Issues/0821_TCS_Issue.pdf
[9] “Trends and Observations of Energy Use in the Cannabis Industry,” Jesse Remillard and Nick Collins, ERS, ACEEE Summer Study of Energy Efficiency in Industry, 2017.